Una silla sin asiento, sin respaldo… sin silla. Un conato de asiento en el que, en realidad, nadie puede sentarse, un esqueleto de butaca, tan abstraído a la mínima expresión que se convierte en "anti-silla", "anti-chair", según su creador, el neozelandés Clark Bardsley (especializado en interiorismo y diseño industrial) y cuyo lema es “devolver la verdad a los materiales”.

Clark Bardsley "sentado" sobre su "no-silla". 

Bardsley, que acaba de llevarse uno de los Premios del Designers Institute of New Zealand con su idea, propone un delirante sinsentido que, paradójicamente, abre un universo de posibilidades creativas. Su pieza, jocosa y desvergonzadamente, rompe todas las normas de fabricación de los muebles: el asiento más incómodo sobre la faz de la tierra lo es hasta tal punto que se imposibilita su uso. Y, sin embargo, funciona. Arm (brazo en inglés) es todo eso, además de un juego de palabras en que al término anglosajón armchair (butaca) se le hubiera despojado del sufijo chair y, con él, de su sentido y finalidad.

Silla Arm.

El proyecto se plantea, en realidad, como el contorno o silueta (para algunos, más bien, como una caricatura) de una silla, en concreto un icónico sillón de madera Sack-Back. Pese a que, en solitario, Arm pierde su funcionalidad característica –la de apoyar nuestras posaderas–, por su idiosincrasia se plantea como un complemento listo para ser apoyado sobre cualquier otro asiento, taburete, tronco de árbol o incluso un cubo… la "anti-silla" se transforma así en súper silla, lista para adquirir pleno sentido solo en combinación con otros elementos de apoyo.

Silla Arm.

Elaborada en madera de roble moldeada al vapor, Bardsley ha trabajado concienzudamente con artesanos de su ciudad natal, Auckland, explorando los límites de este proceso. La simplicidad de la curvatura de Arm en realidad esconde una complicada geometría así como un proceso de elaboración y lijado extremadamente pulcro y meticuloso. El roble debe cortarse en tiras, cocerse al vapor y laminarse con pegamento hasta lograr la curvatura deseada. Las secciones se cortan a máquina y se pulen, para ser a continuación cepilladas con una lijadora hasta obtener el acabado deseado.

Arm funciona tanto para interiores como para exteriores, precisamente porque, si nos ponemos rigurosos y puristas, en realidad, lo que es funcionar no funciona nunca.