El arquitecto Chris Precht pensó en el Parc de la Distance durante estas semanas de confinamiento.

En estos momentos vivimos rodeados de interrogantes acerca de nuestro futuro más inmediato. Sin que podamos hacer nada para evitarlo, la pandemia del Covid-19 está mutando radicalmente nuestros hábitos y, por supuesto, la vida en las grandes ciudades. Chris Precht, el fundador del estudio austriaco de arquitectura Precht, en estas semanas de confinamiento ha reflexionado seriamente sobre todo lo que está por venir. Por ejemplo, acerca de cómo serán los parques públicos si partimos de la base de que de ahora en adelante tendremos que respetar el distanciamiento social. ¿Es posible estar en armonía con la naturaleza en un espacio así y sin que haya peligro de contagio? La respuesta es afirmativa.

Desde los extremos del parque el usuario podría tomar uno de los caminos sin miedo de encontrarse con alguien.

Precht, teniendo en mente una parcela que en estos momentos está libre en la ciudad de Viena, ha ideado el llamado Parc de la Distance. A simple vista puede parecer un parque laberíntico dividido por altos setos que permiten a las personas estar al libre aire, sí. Pero su diseño es mucho más complejo (y está mejor pensado, claro está) de lo que parece. Sin ir más lejos, las múltiples rutas por las que se podrían caminar están divididas por setos de 90 centímetros de ancho, lo que garantizaría la ahora más que necesaria distancia física.

El parque tendría forma de huella dactilar.

Pero aún hay más. En este equipamiento con forma de huella dactilar lo más importante son las diversas rutas que pueden tomarse de forma individual y sin miedo de cruzarse con absolutamente nadie. Todos y cada uno de estos senderos de grava, que van desde los extremos del parque hasta el mismo centro, tienen una longitud de 600 metros. Y, además, en cada uno de ellos se colocaría una puerta para entrar y salir, por lo que ningún intruso podría acceder al camino en cuestión hasta que esté realmente libre. Así que no, aunque pueda parecerlo no es un laberinto porque cada usuario entraría y saldría por el mismo acceso.

En la entrada de cada ruta se colocarían puertas que únicamente se abrirían cuando no haya nadie en el interior del camino.

Independientemente de lo que ocurra a lo largo de los próximos meses, Precht piensa que un espacio así es más que necesario en cualquier ciudad que se precie. Y no solamente para hacer frente a esta u otras pandemias que puedan llegar, sino para poder disfrutar en soledad de la naturaleza en un núcleo urbano. Ahora, más que nunca, la arquitectura tiene que pensar en lugares que, aunque sea momentáneamente, nos permitan escapar.