Las ciudades “ideales” o utópicas (de inspiración religiosa, filosófica o política) han sido descritas, dibujadas, pintadas. Edificios imaginarios han figurado en la iconografía simbolista y “metafísica”, e incluso “construidos” en collages de papel. Y edificios de perceptible origen onírico o alucinatorio han sido efectivamente construidos, en piedra, hormigón o titanio, en la realidad social de diversos lugares del mundo. Obras de Gaudí y de Frank Ghery suelen aparecer en listados de edificios que, por así decir, se ríen de su entorno, y que van de lo genial a lo decididamente kitch: torcidos, espiralados, calcados de cómics y de ilustraciones infantiles, dislocados, fragmentados en rosáceas piezas bulbosas en un jardín de palmeras enanas… Y suelen calificarse de “surrealistas” los frutos arquitectónicos de esa confianza en la posibilidad de llevar la representación de figuras y escenarios de pesadilla no ya a la ornamentación (como la imaginería medieval que decora tanto capitel) sino a la imagen íntegra del edificio. Pero –me parece- hay ciertos anacronismo e imprecisión en el uso del término “surrealista”. El surrealismo sale de un gesto y de un concepto, en un período luminoso del siglo XX, en París.

A comienzos de la guerra civil, se encontraron en Barcelona una mujer nacida en Anglès (Girona) y algunos poetas surrealistas franceses, incorporados a las Brigadas Internacionales. Jóvenes, inmersos en una ciudad turbulenta y erotizada, Remedios Varo y Benjamin Péret (junto con otros) se dedicaron a fabricar “cadáveres exquisitos”, esa ocurrencia de los surrealistas (poetas, pintores, dramaturgos) que propiciaba hallazgos artísticos fortuitos, emergidos del inconsciente. Remedios Varo se exilió en París y luego en México, y es considerada una de las tres grandes artistas mexicanas de la pintura “irracional”, junto con Frida Kahlo y Leonora Carrington. Pero aquí nos interesa señalar que, en varias de sus obras, la arquitectura forma parte del elenco simbólico con que trabaja Remedios Varo. La arquitectura medieval y gótica de su Anglès natal. Arcos y bóvedas de piedra labrada en cuña, edificios en espiral como torres babélicas, escaleras abismales. A partir de la referencia local y privada (la infancia), una imaginación genuinamente surrealista arma escenas que “representan” fragmentos del inconsciente. La vía de acceso a la oscuridad de los deseos reprimidos es el azar (también el humor) que, por inesperado y fulgurante, creen los surrealistas que produce lucidez. Para sus fundadores y máximos seguidores (Breton, Buñuel, el primer Dalí, el primer Miró, Duchamp…) el surrealismo es arbitrario hasta lo contradictorio y abomina de lo acabado y estable. ¿Existe, realmente, la arquitectura surrealista? En Remedios Varo, los edificios de su infancia aparecen distorsionados como ocurre en los sueños y nadan en la misma placenta mental que sus estrafalarios personajes. Una arquitectura guardada bajo llave en la memoria y revelada por la imaginación.

Por Ana Basualdo.