Inspirados por el Movimiento Moderno, los edificios brutalistas se convirtieron en referente entre las décadas de los años 50 y 70. Se caracterizan por la austeridad visual, el hormigón a la vista como material estrella, las formas geométricas, la ausencia de adornos ni decoración y las dimensiones colosales.

Se dice que este estilo debe su nombre a la expresión betón brut, que significa hormigón crudo y que se le atribuye al arquitecto suizo Le Corbusier para describir la elección de los materiales. La idea era expresar los materiales en bruto, y aunque el cemento era el más utilizado, también es posible encontrar ladrillo, cristal, acero o piedra en los edificios.

En España tuvo eco, también en Barcelona, que aunque es conocida por ser la ciudad modernista por excelencia, también cuenta con arquitectura brutalista con edificios según esta corriente.

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Ricardo Bofill Taller de Arquitectura

La Fábrica, de Ricardo Bofill

La fábrica original fue descubierta por el arquitecto en 1973, el enfoque funcionalista de la arquitectura era evidente. Vio mucho potencial con gran parte de los espacios visualmente poderosos y las formas de cemento.

La resurrección se inició con la demolición de gran parte de la estructura original, descubriendo una formación escultórica que ofrecía espacios tanto para el trabajo como para el juego. Se mantiene la esencia de la composición original, pero ahora ofrece oficinas, laboratorios, archivos, una sala de proyección y un espacio cultural de exposiciones.

Torre Urquinaona
Wikimedia Commons / Thomas Ledl

Torre Urquinaona, de Antoni Bonet y Benito Miró

Esta torre de 70 metros de altura y 22 plantas fue proyectada por Antoni Bonet y Benito Miró entre 1968 y 1970. Su esbeltez se realza gracias a formas que acentúan su expresividad y verticalidad. Una de sus características es que su planta octogonal está revestida de piezas de cerámica, un material muy mediterráneo.

El remate superior tiene una configuración casi escultórica, jugando con los volúmenes para romper la verticalidad inherente a los rascacielos. Actualmente, el edificio alberga las sedes del Consorcio de Educación de Barcelona y del Consulado de Venezuela.

Esglesia Sales
Oriolix - Wikipedia

Iglesia Santa María de Sales, de Robert Kramreiter

Conocido popularmente en la ciudad como la iglesia del tobogán, este templo levantado en 1967 Viladecans destaca por las formas que el arquitecto austriaco plasmó en el hormigón armado. En su interior la sugerente iluminación procede de las vidrieras de las capillas menores y del ábside.

Meridiana MBM
Francesc Català-Roca / Arxiu Històric del COAC

Casa de la Meridiana, de MBM

Obra de Oriol Bohigas y sus socios Josep Martorell y David Mackay, el edificio construido en 1966 es un ejemplo del brutalismo mediterráneo. Destacan las ventanas en tribuna, con las aberturas orientadas hacia el sur, que no solo mejoran la iluminación y garantizan una mayor privacidad, sino que deben entenderse, también, como un medio de diversificación y personalización de cada vivienda.

Es un ejemplo de los edificios donde se primó la funcionalidad para acoger a la migración que recibió la ciudad durante la década de los 60.

Edificio Colo´n
Wikimedia Commons / Tamorlan

La Torre Colón, el estudio AGR

Con sus 110 metros de altura, fue el primer gran rascacielos de la ciudad de Barcelona. De estética dura de hormigón y piedra artificial, así como sus formas contundentes, es uno de los mejores ejemplos de este fenómeno en la ciudad.

Construido entre 1965 y 1971, el edificio presenta geometrías angulares y lineales repetidas en sus fachadas, formado por hormigón modulado que consigue una forma similar a un faro o torre de control marítimo. Está situado al final de Las Ramblas y con sus 22 plantas y 12.000 metros cuadrados de oficinas, preside el frente marítimo de la zona del Raval.

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Wikimedia Commons / Till F. Teenck

Edificio Walden 7, de Ricardo Bofill

Con este proyecto se buscó demostrar que eran posibles diferentes formas de entender la convivencia con viviendas autogestionadas, como para simular una ciudad en vertical.

Con una fachada de color rojo, este edificio consigue estimular la vida comunitaria en su interior gracias a la disposición de las diferentes viviendas a las que se accede a través de callejones y pasadizos. Concebida como vivienda social, está formada por 18 torres que se van desplazando de su base hasta formar un laberinto vertical de siete patios interiores.

 

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